*** DIARIO ***
Punto 1290. 14 de enero. "Sí. Para obtener las conversiones son menos necesarios los milagros que las palabras. Pero es del todo preciso que el hombre, en su corazón, reconozca que es nada. Pídeme, para los pecadores, esta condición indispensable que es la buena disposición para humillarse. ¿Qué puedes tú hacer mejor, en los días que te quedan de vida sobre la Tierra, que ayudarme a convertir a los pecadores? ¡Hay tantos! Pensar en ellos fue Mi Dolor más grande en Gethsemaní."
Punto 1291. 14 de enero. "Ayúdame a salvar pecadores. Hay tantos... Este fue Mi Dolor más grande en Gethsemaní. Yo los veía todos a la vez y tomaba, ¡oh vergüenza!, sobre Mí, todos sus pecados. Así agonicé por ellos, morí por ellos. ¡Cuánta Sed tengo! Y quiero que lo sepan. Que Yo Soy todo Perdón, que les pido sean a su vez perdón y misericordia para con sus hermanos. Que su vida sea en adelante devoción y penitencia, y en ello encontrarán más alegría que placer hallaban en sus descarríos. ¡Si supieran lo que es vivir en Mi Amor! Tú ya lo sabes, ¿verdad? ¿Qué te puede afectar a ti, que ya estás en Mi Corazón? Permanece en Él siempre. ¿En qué otra parte podrías estar mejor? Yo Soy como el padre que tiene a su hijito atado por temor de que se le escape en pos de una bagatela.
Yo tengo siempre Mis Delicias en los hijos de los hombres y tú puedes decirme tus pequeñas cosas en nuestra soledad entre dos. Puedes mirarme más seguido si estás en realidad segura de Mi Presencia. Con tu mirada tendré también tu sonrisa."
*** REFLEXIÓN Y COMENTARIO ***
De nuevo aparece el momento amargo del Huerto de los Olivos, un tema recurrente que forma parte de muchas de las conversaciones entre Jesús y Gabriela. ¿Y cómo no serlo? Estamos hablando del comienzo de la Pasión que permitiría nuestra salvación; de hecho, teológicamente, este pudo ser el momento más importante de toda la Redención de Cristo (es una opinión personal), puesto que fue en ese trance cuando el Hijo tomó sobre sí toda la culpa de la humanidad y asumió cargar con ese pecado ofreciendo su vida en rescate de todos. De alguna manera, hasta ese instante, Jesús era Dios y Hombre verdadero, pero aún no había tomado sobre sí la carga de pecado de todo el género humano, convirtiéndose en el Cordero de Dios.
Ya hemos comentado en ocasiones la amargura que supuso ese acto único e irrepetible, solamente soportable por el mismo Dios, y que también necesitó de ayuda y consuelo (ver aquí). En la lectura de hoy, Cristo recuerda a Gabriela lo importante de la tarea redentora, aún no finalizada, y la necesidad de nuestra colaboración en favor de aquellos que aún no le conocen…
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