La lectura aleatoria de este librito, de este grandioso diario, me ha traído siempre la confirmación de la cernacía de Dios. ¿Cuántas veces lo habré abierto así, por cualquier página, esperando escuchar aquello que tanto necesitaba...? Siempre he visto reflejada la respuesta correcta, y en la mayoría de las ocasiones, con matices precisos sobre la circunstancia exacta que en ese momento marcaba mi vida. Detalles tan sutiles y directos que producían escalofríos al leerlos... pues todo ello confirmaba la veracidad intuída de que, esas palabras, en ese momento, me las estaba dirigiendo, a mí, el mismo Cristo que tantas veces habló a Gabriela.
Y en muchas de esas ocasiones, te he imaginado a ti, sí, a ti, leyendo esas u otras palabras, y he gozado como nadie con la reacción de tu corazón. Cada uno de vosotros, que sois TODOS LOS QUE LLEVO CONMIGO, estáis reflejados en algún punto de este diario.
Da igual si pasaís por estas lecturas una y mil veces de forma desinteresada... no puedo pedirle más a estos tiempos confusos donde este tipo de cosas parece que molestan; es tanto en lo que tenemos que ocuparnos, tantos los problemas que afrontar... “ !y ahora viene éste hablándome de Dios¡”
Entonces llegará un día, tal vez mañana, en el que leerás algo que te dejará descolocado, pues parecerá que está expresamente dirigido a ti.. sí, a ti. Y esas palabras tan especiales anidarán en tu mente alimentando las mayores esperanzas, y algo comenzará a vivificar ese alma ávida no solo de palabras, sino más bien de La Palabra, del Verbo. Su Presencia comenzará a ser más sentida que nunca, con el tiempo querrás volver a saber más de Él (aunque sea un poco más adelante), y así, como el que no quiere la cosa, tu corazón se irá calentando hasta llegar a asombrar a tu propio y racional intelecto.
Y yo me daré por satisfecho sabiendo que la difusión de este diario, aun con mis lagunas y errores, ha sido una herramienta de provecho al servicio de Aquel que todo lo puede...
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