No es fácil comprender los motivos que pueden llevar a un matrimonio a coger el coche y calzarse 1.500 kilómetros para ir a parar a un minúsculo pueblo francés llamado Le Fresne, a la orilla del río Loira. Tal vez sea aún más incomprensible cuando explicamos que el interés estriba en visitar la casa de una distinguida habitante que vivió allí hace casi 70 años. Pero claro, esta señora tiene una historia detrás que, en mi caso, ejerció como un poderoso imán a raíz de la lectura de su diario, llamado “Él y yo”. Su nombre es Gabriela Bossis.
Leer el relato de sus últimos 15 años de vida supuso descubrir algo que de alguna forma ya conocía, pero de lo que no había sido testigo de una forma tan conmovedora como la descrita en estos manuscritos. Supuso nada más y nada menos que interiorizar que se puede ser artista, que se puede ser viajero, que es legítimo recrearse en la belleza y en las cosas buenas, y al mismo tiempo, hacer presente a Dios en una ajetreada, cosmopolita y moderna forma de vivir. Esto no debería ser algo tan sorprendente, pero sí que puede ser llamativo de "puertas para afuera", pues es frecuente entre los que desprecian a la Iglesia, concebir a Dios como a alguien que viene a robarnos algo, y es todo lo contrario: Dios sólo te aparta de lo malo y pone orden en lo bueno.
Por otro lado, en estos días de confusión por la ligereza con la que se administran las cuestiones morales, no es raro que surjan entre los católicos posturas extremas donde todo se califica como malo, y apenas se deja opción a una sana recreación sobre la vida misma. Hay que aprender a vivir sin complejos por disfrutar de todo aquello que nos mueve a la alegría, pues nuestra naturaleza humana también es carnal y necesita de estímulos sensoriales, todo ello de forma ordenada. Ser un apasionado en algo es una forma de expresar la belleza de la vida, y si somos señores de nuestros impulsos, las pasiones se presentan como una herramienta que, bien vivida, puede ayudarnos mucho en la tarea evangelizadora. “Ama y haz lo que quieras”, máxima de San Agustin que, correctamente interpretada, viene a expresar lo que quiero significar con estas palabras (repito, siempre que sea correctamente interpretada).
Cierto que cada vocación lleva implícita una forma de vida, pero lo bonito de esta historia ha sido conocer de primera mano que la oración llevada a la mística no es algo exclusivo de los monasterios, y que la intimidad con Cristo puede ser vivida a bordo de un transatlántico, en el escenario de un teatro, o en el metro de París.
A lo largo de su vida, Gabriela Bossis nos enseñó a enamorarnos de la naturaleza, del arte, del encuentro con la gente, de la intimidad con Cristo en una vida de oración y trabajo. Pero hay una diferencia importante con el misticismo “tontarrón” de hoy, ese que solo busca el misterio del más allá evadiendo preguntas trascendentes bajo el disfraz de pseudoreligiones diversas, a cuál más engañosa: la vida de Gabriela también estuvo marcada por la ascesis cristiana, es decir, ella fue capaz con la Gracia de Dios y su disposición personal de avanzar por el difícil camino de santificación personal al que todos estamos llamados.
Gabriela Bossis, mística y actriz.
Así, entusiasmado con este diario, la opción de visitar la zona donde vivió Gabriela surgió tímidamente hace años; y se pudo materializar la primavera pasada aprovechando una oportunidad de escapar de la rutina que mi esposa y yo pudimos planificar. Fue un precioso viaje que tenía su primera parada en Lourdes, continuaba luego por Nevers y París, y llegaba hasta Le Fresne sur Loire antes de iniciar la vuelta hacia Granada.
Tras esta escapada tan especial en mayo de 2018, las semanas transcurrieron veloces. A la vuelta del viaje por Francia nos esperaban los 5 niños, el final de curso, una vorágine con los asuntos del trabajo y otros temas personales. Con todo ello, dejé sin publicar la segunda parte del viaje por Le Fresne, peregrinación que comencé narrando desde el mismo emplazamiento (ver aquí la primera parte).
VAMOS AL GRANO...
Como indiqué en esta publicación anterior, nuestra llegada al pueblo de residencia de Gabriela se produjo en el anochecer del 9 de mayo de 2018. Esa noche apenas hubo tiempo para localizar su casa en el número 10 de la Rue Principale. Como al día siguiente solo disponíamos de unas horas antes de partir de regreso, las expectativas se concentraron en la mañana del día 10, donde lo primero sería dirigirse a la casa a ver si alguien nos la podría enseñar y, de paso, hablarnos algo sobre Gabriela.
Una de las incógnitas sería saber si la casa tenía un cuidador (como lo tuvo 30 años atrás), o si había alguien habitándola de forma permanente, lo cual era lo más probable pues la noche anterior pudimos comprobar que había luces y se escuchaban ruidos en el interior. En este caso, la duda sería si encontaríamos a alguien allí al llegar o habría que ir en varias ocasiones hasta su vuelta.
LLEGANDO A LA CASA DE GABRIELA
Una vez tomado el desayuno y dejado el hotel de Ingrandes (a tan solo 1´5 km, pero donde los trabajadores no conocían nada sobre Gabriela Bossis), nos dirigimos a la casa. Yo llevaba preparada una escueta traducción al francés escrita en el teléfono, con letra grande, para que cualquier persona pudiese leerla bien. Básicamente nos presentábamos y decíamos venir desde Granada con la esperanza de conocer algo sobre el entorno donde Gabriela Bossis pasó tantos veranos y los últimos años de su vida. De esta forma, con el traductor de Google en el móvil podríamos preguntar lo básico, ya tan sólo hacía falta encontrar a la persona adecuada...
(c) manolo dj. Rue Principale, Le Fresne.
Llegados a la casa en aquella fresca mañana, nos encontramos con la sorpresa de que nadie respondía a la llamada del timbre. No había mucho que hacer aparte de insistir, y a partir de ahí, continuar llamando a los vecinos. Probamos en la casa justo de al lado y nos atendió una señora joven que hablaba inglés, por lo que la comunicación en teoría sería muy fácil. Sin embargo, en cuanto le comentamos de qué iba la cosa, cambió el tercio y la expresión se volvió algo desconfiada, y simplemente nos dijo que no sabía nada y no podría ayudarnos.
(c) manolo dj. Puerta de entrada de la casa de Gabriela Bossis.
Acto seguido probamos en la siguiente casa a la derecha, donde un señor muy anciano apenas pudo leer la pantalla, pero se mostró muy amable y nos intentó explicar lo que sabía al respecto; entretanto, su esposa, también muy mayor, llegó de hacer unos recados y básicamente nos comentaron que el propietario actual de la casa de Gabriela había salido temprano a trabajar (en el aeropuerto de Nantes), y que no sabían cuándo podría volver. Comprender todo esto en francés llevó ciertamente unos minutos, pero fue suficiente para que el matrimonio captara nuestra decepción por lo ocurrido después de hacer tantos kilómetros. Entonces, ellos mismos nos acompañaron a la casa de al lado hacia la derecha, donde nos atendió una señora bastante más joven que hablaba un poquito de inglés; ella era oriunda de la zona y bastó ver nuestro interés para que nos dedicase una buena parte de la mañana con una caridad que hoy seguimos agradeciendo profundamente.
(c) manolo dj. Fachada de la casa de Gabriela Bossis en Le Fresne.
Lo primero que hizo esta amable mujer fue aclararnos varias cosas respecto a la casa de Gabriela:
* Un tiempo atrás los herederos de Gabriela retiraron todos los enseres y objetos personales de la vivienda y vendieron la casa.
* La vivienda, que ya no tenía el atractivo de conservar estos objetos, había sido adquirida por un particular que simplemente desarrollaba su vida ordinaria en ella, habiéndola amueblado y decorado a su gusto.
* El jardín frente a la vivienda, donde tantas veces Gabriela había escuchado la Voz de Jesús, y que ella denominaba “La Terrace”, apenas había sufrido cambio alguno, pero al ser propiedad privada y parte de la vivienda, no podríamos más que verlo desde fuera.
EL INTERIOR DE LA CASA
Gabriela en el salón de su casa.
Afortunadamente, como comenté en alguna ocasión, hubo un par de peregrinos americanos que vinieron a buscar la casa de Gabriela hace casi 30 años. Es una historia preciosa recogida en una web escrita en inglés sobre místicos de la Iglesia (ver aquí); en ella se narra cómo un cardiólogo-cirujano llamado Carlton Sheely conoció en Boston, de forma providencial, a un sacerdote salesiano italiano llamado August Bosio, el cual le habló sobre “Él y yo”. El doctor Carlton, impactado por la lectura del diario, no dudó en acompañar al sacerdote cuando éste le propuso viajar a Francia para intentar encontrar la tumba de Gabriela. Hablamos del año 1990, cuando no había comunicaciones de internet, teléfonos móviles ni gps. Además, solo el padre Bosio chapurreaba un torpe francés que no facilitaba el viaje.
A través de una serie de circunstancias propiciadas por el Espíritu Santo, finalmente pudieron encontrar la tumba y la casa de Gabriela Bossis, y pudieron rescatar para nosotros estas fotografías del interior de la vivienda.
El salón de la casa, contiguo al dormitorio de Gabriela (foto C. Sheely).
El padre August Bosio (foto C. Sheely).
El dormitorio de Gabriela Bossis (foto C. Sheely).
El doctor Carlton Sheely y el padre August Bosio, comiendo manzanas del jardín de Gabriela (foto C. Sheely).
El mobiliario que se aprecia en las fotografías es en su mayor parte el mismo que tuvo Gabriela en su casa, aunque bastante menos recargado en cuanto a decoración se refiere. Como nota curiosa, en el dormitorio de nuestra actriz aún se conservaban parte de los manuscritos originales del diario; sin duda fue grande la emoción que sintieron estos queridos peregrinos venidos desde tan lejos...
En lo que a nuestro viaje se refiere, no teníamos opciones para esperar la vuelta del propietario actual, y posiblemente no hubiésemos podido ver nada directamente relacionado con nuestra escritora, puesto que, como hemos hablado, el mobiliario y enseres personales de Gabriela ya no formaban parte de la vivienda. Así, la amable señora que nos informó de estos pormenores, notando una cierta decepción en nuestras caras, nos animó indicándonos que había algo muy especial que ver, e invitándonos a subir a su coche, nos acompañó a ver la tumba de Gabriela.
LA TUMBA DE GABRIELA BOSSIS
Era uno de los momentos esperados del viaje. Yo pensaba que sería algo mucho más sencillo que poder ver la casa por dentro, pero aún quedaba la incógnita de si el cementero estaría abierto o no. La compañía de esta agradable vecina sería providencial, pues por error al consultar Google Earth confundí el cementerio de Le Fresne con el de Ingrandes, pensando que sería uno solo para ambas poblaciones tan pequeñas y cercanas. Nuestra anfitriona sin embargo nos llevó con su vehículo en otra dirección y pronto llegamos a un pequeño cementerio que estaba abierto. Allí, en la zona central, con profunda emoción, pronto reconocimos la tumba de nuestra querida Gabriela.
(c) manolo.dj Imágenes de la tumba de Gabriela Bossis
OH CRISTO MI HERMANO
________
TRABAJAR TRAS DE TI
SUFRIR JUNTO A TI
MORIR POR TI
RESUCITAR EN TI
Alguna vez había visto fotos antiguas de esta tumba que la propia Gabriela diseñó, pero ahora estábamos delante, y podríamos compartir unos minutos con ella, nuestra querida actriz, escritora y amiga íntima de Jesús. De alguna forma sentimos su presencia en aquella radiante y fresca mañana, cuando una brisa suave venía a recibirnos. Fue un momento especial, y pudimos tomar prestada una pequeña rosa de la tumba, la cual ahora impregna de olor el diario de “Él y yo” que tenemos en el salón.
(c) manolo dj. Mi esposa y yo, junto a la tumba de Gabriela Bossis.
(c) manolo.dj
AQUÍ REPOSA EL CUERPO DE
GABRIELA BOSSIS
TERCIARIA DE LA ORDEN DE SAN FRANCISCO
FALLECIDA EL 9 DE JUNIO DE 1950
ROGAD A DIOS POR ELLA
LA TERRAZA DE GABRIELA
Imagen tomada de Gabriellebossis.fr
Una vez de regreso al pueblo, nos volvió a entristecer la imposibilidad de visitar la casa de Gabriela. Su terraza, situada enfrente de la casa, se veía muy bien desde la calle al tener una valla bajita, y casi podiámos “colarnos” dentro con el teleobjetivo de la cámara. Nuestra anfitriona, con suma amabilidad, nos invitó a entrar en la suya, lindera con la de Gabriela, por lo que podríamos contemplar las mismas vistas que ella tendría y que tantas veces describió en el diario. Fue una experiencia preciosa, y una vez ya nos despedimos de esta amable señora, nos fuimos a través de un callejón contiguo a la terraza de Gabriela que daba acceso directo al río Loira.
Desde allí pudimos bordear la terraza y hacerle fotos desde la orilla del río, y asimismo, tomamos unas instantáneas preciosas del pueblo. Fue toda una sensación sentir la caricia de la brisa a unos metros de “la Terrace”, donde tantas veces Jesús habló a nuestra amiga Gabriela...
(c) Manolo.dj. Entrada a la terraza, frente a la casa.
(c) Manolo.dj. Esquina derecha de la terraza, con acceso lateral al río.
(c)Manolo.dj. Interior de la terraza de Gabriela Bossis.
(c)Manolo.dj. Interior de la terraza de Gabriela, intacta desde los tiempos en que ella la habitaba,
donde podemos contemplar el murete que sirve de apoyo para contemplar el Loira.
(c) Manolo.dj. Preciosas vistas del Loira desde la terraza de Gabriela.
Imágenes de Gabriela en la terraza (tomadas de gabriellebossis.it)
(c) Manolo.dj. Acceso al Loira por el lateral de “
La Terrace”
A orillas del Loira...
(c) Manolo.dj. Vista frontal de la terraza desde el Loira.
(c) Manolo.dj. Vista de Le Fresne desde el Loira. Al fondo, a lo lejos, el puente de Ingrandes.
EL RESTO DEL DÍA EN LE FRESNE E INGRANDES
Aún nos quedaba mañana suficiente para hacer un recorrido por Le Fresne antes del mediodía, hora en la que deberíamos partir. En unos minutos fuimos a la vieja iglesia, hoy cerrada al público aunque no se aprecian síntomas de deterioro; aquí fue donde Gabriela hizo tantas horas santas de adoración. Intenté ver si alguien abría en la casa contigua, supuestamente la casa del sacerdote, pero nadie respondía, y di por hecho que también estaba deshabitada.
(c) Manolo.dj. Iglesia de Le Fresne.
(c) Manolo.dj. Cristo Rey bendiciendo a Le Fresne desde la fachada principal de su pequeña iglesia.
Aunque no pudimos entrar al interior del templo, encontré en internet esta imagen.
Tras realizar unas fotos nos fuimos a Ingrandes, un pueblo también muy pequeño unido físicamente a Le Fresne, donde habíamos pernoctado la noche anterior. Aquí la Iglesia de Nuestra Señora sí está abierta y con una pequeña comunidad parroquial en funcionamiento. Supongo que en núcleos tan pequeños de población y con la actual falta de practicantes católicos lo lógico es que solo se mantenga activo uno de los dos templos. En esta zona pudimos hacer unas fotos de esta Iglesia a la que también solía acudir Gabriela, así como del entorno cerca de la creperìa, donde destaca el puente que cruza sobre el Loira.
Y así, entre fotos y reflexiones sobre cómo debieron ser los recorridos habituales de Gabriela, llegó la hora de abandonar esta zona y proseguir nuestro viaje. Eso sí, con la sensación de que, algún día, volveremos a esta bonita tierra.... Hasta entonces, querida Gabriela, ruega por nosotros...